domingo, 25 de septiembre de 2011

Kulunka Teatro y el valor de la memoria

Sábado 10 de septiembre del 2011Arte y cultura
Jaime Gómez Triana para el universo  
Kulunka Teatro presentó en la Sala experimental del Teatro Centro de Arte André y Dorine, una obra que estremece, pero que al mismo tiempo da esperanza y parece decir que el amor salva.
Como excelente y muy bien balanceada podríamos calificar hasta el momento la programación del XIV Festival de Artes Escénicas Guayaquil 2011. Ejemplo de ello es, sin duda, la puesta en escena presentada por el colectivo vasco Kulunka, una pieza estremecedora y al mismo tiempo cargada de esperanza.

Juego tragicómico de máscaras, André y Dorine asume como espectáculo un gran riesgo. Sumergirse en el tema de la vejez y el final de la vida mirando de frente a una de las enfermedades más horribles que podemos padecer: el alzhéimer. Historia de amor y olvido, el espectáculo logra conmover a partir de la minuciosa construcción de un sistema de relaciones en el que se pone de relieve el comportamiento del ser humano en familia.

La vida está llena de pequeñísimos detalles y es justamente en esos momentos, cotidianos y comúnmente imperceptibles, en los que se detienen José Dault, Garbiñe Insausti y Edu Cárcamo, quienes dan vida a una extensa galería de peculiares personajes modelados a partir de máscaras fijas y, por ello, imposibilitados en el uso de la palabra, lo cual obliga a poner énfasis en la acción, en la relación, en el contacto.

La intensidad del trabajo radica justo en su síntesis, en el modo en que se complementan el lenguaje seleccionado y el tema, en el trabajo con lo esencial: la acción justa, el gesto preciso, la mirada que oscila entre el devenir de la acción dramática y el espectador. Cómplice de las máscaras, el público acompaña el proceso de construcción de una historia que, narrada desde el artificio, deviene generalización y nos permite a todos y cada uno conectar con nuestra propia biografía.

Sorprende entonces la cuidada articulación de los elementos que sustentan la historia de amor de estos dos personajes y el modo en que el espectáculo los muestra.

De hecho, la enfermedad bien podría ser un pretexto, pues lo más importante es la pregunta rotunda que la pieza pone sobre la mesa: ¿quiénes somos? Identidad y alteridad son aquí piezas de un rompecabezas que exhibe la absoluta disolución del sujeto contemporáneo, su crisis que es desarraigo, soledad, silencio, olvido.

La enfermedad actúa entonces en la trama como un catalizador que obliga a mirar con ojos nuevos antiguos retratos de familia, aquellos en los que todos aparecen felices y enamorados. Las viejas instantáneas disparan el recuerdo y son el testimonio de esa vida real en la que ser y estar eran una misma cosa para la pareja, un destino compartido, una aventura por venir.

Con puesta en escena de Iñaki Rikarte, vestuario de Ikerne Giménez y máscaras de Garbiñe Insausti, André y Dorine desmonta el tradicional melodrama que acompaña a la enfermedad y la confronta con humor y artificio, recordándonos que la vida no se detiene y que también llega el tiempo del olvido.

Entonces, parecen decirnos estos artistas, solo el amor salva, siempre salva.

Datos

Hoy, la agrupación teatral ecuatoriana Producciones Escénicas presenta la obra La Casa de Bernarda Alba, dirigida por Jesús Cracio.

La pieza está basada en la historia del autor español Federico García Lorca. El colectivo ecuatoriano la describe como “una obra de y para mujeres, donde paradójicamente la represión se ejerce en nombre del machismo más exacerbado”.

El montaje se realiza a las 19:00 en la sala principal del Teatro Centro de Arte (km 4,5 vía a la costa). El costo de la entrada es de $ 10.

El elenco lo conforman, entre otras actrices, María Beatriz Vergara, como Bernarda Alba; Juana Guarderas, en el rol de Poncia; y Randi Krarup, como Adela

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