domingo, 25 de septiembre de 2011

‘Bem me quer’ refleja la identidad femenina

Jueves 08 de septiembre del 2011Cine y TV

Jaime Gómez-Triana para EL UNIVERSO  

Flores es un grupo femenino multicultural. Sus integrantes provienen de países muy distantes como Brasil, Noruega y Francia. La coreógrafa es Taís Vieira, de la compañía Membro.
Verdaderamente excepcional ha sido la presentación en la XIV edición del Festival Internacional de Artes Escénicas de Guayaquil del colectivo Flores, de Brasil-Francia. Su puesta Bem me quer constituye una muy peculiar experiencia escénica que parte de la danza para ir más allá y abrazar comportamientos, identidades e historias que hacen parte de la biografía de las intérpretes y que, al mismo tiempo, devienen metáforas del complejo entramado de relaciones que caracteriza la vida en las ciudades hoy.

Danza de la calle, break dance e indagación en el universo femenino desde la particular perspectiva de cada una de las cinco bailarinas hacen de esta obra una propuesta atípica que relega el tradicional virtuosismo de estas expresiones urbanas para generar una circunstancia extrañada en torno a nociones y prejuicios muy bien establecidos que nos obligan a pensar la relación cuerpo-género en un solo sentido.

Procedentes de países bien distantes como Brasil, Noruega y Francia, las intérpretes logran conectar sus historias personales a una manera de hacer que tiene en el trabajo de la coreógrafa Taís Vieira y de su compañía Membro el principal exponente.

Nacida en Macaé, una ciudad situada a 180 km de Río de Janeiro, en Brasil, Membros está integrada por diez jóvenes que decidieron apostar por otra perspectiva de vida que no estuviera basada en las desigualdades y la violencia, e integrar una compañía de danza profesional.

Hijas de esa experiencia las integrantes de Flores mantienen un equipo paralelo a esa compañía que ha permitido a la coreógrafa abrir una indaga ción en torno a otros comportamientos.

Flores es totalmente independiente con respecto a Membro y ha desarrollado una línea de trabajo en colaboración que hace de todas y cada una de las bailarinas participe creativamente de la creación y concreción de las coreografías, de ahí que sea posible verificar los encuentros y desencuentros de las chicas a partir de la puesta en escena de sus propias marcas identitarias.

Sorprende cómo estas, muchas tan jóvenes, entran y salen de la pauta haciéndonos parte más que de un espectáculo de un duelo en el que se superponen anhelos y esperanzas.

Es quizás por ello que más que intentar leer la obra deberíamos lograr sentirla. Siempre que veo una puesta de esta naturaleza recuerdo el reclamo de Susan Sontag, quien proponía sustituir la hermenéutica por una erótica del arte.

Sucede que trabajos como estos sintonizan en una misma frecuencia el bios escénico de los bailarines y el de los espectadores. Tal parecería que el público todo bailaba interiormente y es que acaso la puesta pone una lupa sobre aspectos de la vida que coexisten en nuestra cotidianidad y que suelen ser invisibilizados violentamente por las más diversas hegemonías, uno de ellos la existencia de nuestro propio cuerpo.

Enfoque de género y emancipación femenina son entonces etiquetas demasiado frías para abordar un quehacer que va mucho más allá de lo aquí dicho, precisamente porque la coreografía evade toda noción de límites.

La exploración nos conduce a una total deconstrucción del comportamiento que busca instaurar un espacio no limitado entre público e intérpretes, hacernos parte de una misma realidad.

Apuntes
El grupo Kulunka Teatro, de España, presenta a las 20:00 de hoy su obra André y Dorine, en el teatro experimental del Centro de Arte (km 4,5 vía a Daule).

Las entradas cuestan $ 10 para el público en general.

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