miércoles, 22 de junio de 2011

VILLADANÇA/BRASIL Y U.DE CUENCA


Danzar…,sin privilegios de tendencias ni estilos
Por Noel Bonilla-Chongo


Estimulante ha sido en estos días de Fragmentos de Junio, los encuentros azarosos y otros pactados en los corredores de los teatros, en los salones del ITAE o en las calles de la ciudad. Discusiones sobre el universo que ampara la creación del arte escénico en la contemporaneidad, han movido el pensamiento creativo y la reflexión más antojada. Lo cierto es que, más allá del fundamento y conceptualización que el artista encuentre para sustentar sus puntos de vista y maneras de entender el comportamiento sobre la escena coreográfica, no hay una visión unívoca que privilegie un estilo o tendencia. Mérito al equipo curatorial del Festival, quien ha orquestado una programación tan desemejante, como encontrada.
Y es que, al repasar la praxis (creación, análisis, pedagogía, etc.) de la danza hoy, se requiere partir que asistimos a la construcción (entre todos) de un paradigma desmarcado en sus márgenes. Dicho de otro modo, el arte coreográfico del presente no puede seguir pensándose como “flujo continuo de movimiento” o como artificio hedonista del cuerpo en el espacio. El arte dancístico demanda de un cuerpo físico y mental que sea testigo de su trazo    por las coordenadas de la vida cotidiana; esa que está habitada por sufrimientos y gozos, por caídas y levantadas, por aquellos legados y omisiones que nos definen y condicionan. Solo me basta, en tanto creador, apostar que mi arte ha sido generado desde la necesidad intencionada de decir algo, con la suficiente sapiencia para manipular y trocar las reglas del juego.
Compañía Viladança, Brasil:
Las adversidades que rondan el vivir, como travesía sobresaltada y pavorosa, vendría a ser el núcleo que centra la tensión dramática de José Ulises Da Silva. Pieza que consigue, como pocas, remedar conflictos ordinarios de nuestras existencias en una atmosfera altamente contenida de ocaso y límites. Eficaz dramaturgia sonora que va tejiendo una densidad de apariencias y comportamientos; texturas y diseños de vestuarios que delatan la fragilidad de un mundo cruel, veloz, implacable. Entonces, coreógrafa y danzantes trenzan un baile que se torna máscara y rostro, denotando una red de interconexiones que reposan en la introspección de un relato indistinto en  sus contornos.
Quizás en la manera “íntimamente pública” del vocabulario coreográfico escogido por la compañía de San Salvador de Bahía, esté el posible ruido semántico que provoca la pieza. Ante ella, no nos queda duda del alto nivel de compromiso con que sus intérpretes asumen la defensa del discurso, nada queda suelto en  José Ulises Da Silva. Incluso, la asociatividad que temáticamente aquieta la estructura profunda del relato, al remitirnos a Ulises y su eterno retorno, nos emparenta con el camino que termina, con la zozobra, al tiempo que nos ilumina para pensar que un mundo mejor es posible.
Compañía Danza Universidad de Cuenca:
Al centro de la pluralidad de vocabularios y gramáticas coreográficas que refería al comienzo de estas notas, situaría La pared, obra de la autoría de Cristina Bustos que, también pudimos compartir en la Sala Experimental del Teatro Centro de Arte.
Si bien la obra de Brasil peca de su excesivo hermetismo y cofradía, la pieza cuencana se pasea por el lado extremo de la cuerda. Hay en La pared, un retruécano regodeo en formas más que transitadas en la escena coreográfica. Atención, no por llevadas y traídas se desnaturalizan su posible aporte dramático, pero sí se vuelven inoperantes sobre la estructuración de los hechos y la manera en que estos se articulan con las partes de la coreografía. Ventura aparte merece la motivación de especular sobre el movimiento danzado como fuente generadora de la presencia del bailarín en el espacio danzante. El cómo la supuesta cotidianidad del movimiento y del comportamiento van capitulando la manera de diseñar un gesto, una frase o una secuencia coreográfica, lamentablemente se queda sólo en el esbozo, no conectando otras zonas y mecanismos que hagan desplegar eficazmente la ordenación del material escritural.
La pared sigue una estructuración de caótica (no por ello retraída e infeliz) de los múltiples recursos expresivos que coexisten en la escena. Presumo que el proceso de indagación para la escritura de la pieza demandó búsquedas y training específicos para enunciar parlamentos, para trabajar la acumulación gestual, la pasarela, la manipulación y amplificación de la frase, etc., no obstante es evidente que algo quedó desligado del proceso, más allá de los accidentes evitables de objetos mal colocados y tomados al azar.
Conversando con los artistas de La pared, me queda clara su vocación por el diálogo, la escucha y, sobre todo, el deseo de conquistar una danza que se distancie de lo ya conseguido y que mueva otras preocupaciones formales e ideológicas. Sus cruces con artistas como el brasilero Marcelo Evelin, la concurrencia a las convocatorias de la quiteña Tania Guayasamín o la generosidad de mostrar su trabajo en Fragmentos de Junio, revalidan la condición de que la danza debe ser registro del paso de sus mujeres y hombres siempre que los mueva la voluntad de re-cualificar nuestros posicionamientos y miradas. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario