miércoles, 22 de junio de 2011

CORTOSINESIS - COLOMBIA


Papá ya no quiero ser papaya: entre la metáfora y el clamor
Por Noel Bonilla-Chongo

Tamaña ha sido mi alegría, al ver como Fragmentos de Junio viene cautivando la mirada de públicos, artistas y seguidores que, desde lugares distintos votamos por una danza que se accione desde el presente. Sí, un presente plural, múltiple y lo suficientemente dilatado como para permitir los entrecruzamientos y el trueque. Ahora, ya con varias secciones transcurridas del Festival, el humor (vector rarísimo en nuestra danza), la denuncia, el cuerpo cortante y sinuoso de la compañía Cortocinesis ha venido para atraparnos.
La agrupación colombiana, radicada en Bogotá, desde hace algún tiempo viene marcando el ritmo de la creación contemporánea en su país. Integrada por bailarines con una solida formación técnica y gratificantes posibilidades interpretativas, llegaron a Guayaquil con Papá ya no quiero ser papaya. Desde la enunciación del título de la pieza, se procura atrapar la atención del espectador apelando a asociaciones entre la provocación y el reclamo.
Acaso, ¿no habitamos en tiempos donde el desafío y la alerta deben ser condición per se de la fabulación artística? Estimo que en la propuesta colombiana esta preocupación es ocupación inherente en la manera de concebir la construcción de la presencia de sus danzantes. Ellos, atrapados en una atmosfera por momentos procaz e hilarante, pero siempre tensional, logran tejer una urdimbre de acontecimientos donde el posible desvínculo entre los hechos, favorecen la emergencia de una fábula que nos atañe a todos.
Propuesta dividida en dos actos, maneja una línea de acción que tiene el mérito de ser movediza en la manera de estructurar el material dramático-composicional. Dos actos completamente independientes en tanto uno puede o no prescindir del otro, pero con la más absoluta pertinencia de progresar en el desarrollo de su súper objetivo poético. Logran coreógrafo y danzantes, armar una dramaturgia cómplice y dependiente, no hay pauta sin su correspondiente devolución amplificada. Teatralidad devenida vectores de danzabilidad que operan desde la tenencia de un cuerpo en juego capaz de aportar sobre el esquema del acontecer.
Es evidente que en Papá ya no quiero ser papaya, hubo mucho disfrute en su proceso de creación, en la búsqueda y exploración de materiales y gramáticas corporales. No hay dudas de que es resultante de una labor dialógica de un equipo de creación: diseños de vestuario, sonoridad, asesoría dramatúrgica, etc., están en complicidad para procurar una presencia propositiva e intencionada. Tal vez yo le reclamara a la propuesta, una revisión de los momentos coreografiados en unísonos, en las entradas y salidas de algunos instantes de la pieza (sobre todo en el primer acto) y, quizás proponer una mirada distanciada hoy, cuando ya ha transcurrido algún tiempo de su creación. Pero, creo que de obras como estas, está necesitada la danza en nuestros países. El dolor está y no hay porque esconderlo, pero sí se requiere transformarlo en metáfora y clamor.

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